¿Sobre que ciénaga putrefacta nos han estado arrastrando a los españoles durante más de una década esas élites intocables? Y digo con tristeza “intocables” porque representan, junto al presunto entramado político, además de miembros de la judicatura y mensajeros del mensaje. Todo en su conjunto. Suponen un mar de arrugas en una mal curada úlcera gastroduodenal, que han sido y siguen siendo las oligarquías, monopolios y encrucijadas que los apoyan. Lo que ha ido creando una estructura cuasi-mafiosa en los cimientos del poder.
Tal vez, un reducto en donde las clases medias/trabajadoras podían encontrar un halo de esperanza; donde los movimientos sindicales, tan aguerridos y fuertes en otras épocas, mostraran ese brazo de resistencia que pudiese elevar la moral del pueblo. Pero se habían adormecido, víctimas de sus propios desencantos y de las cuotas de poder donde "el poder" supo colocarlos para alejarlos de la realidad. Salvo honrosas excepciones.
La ciudadanía, buena, noble y robusta en convicciones históricas en algunos casos, ha seguido de manera interesada (los menos) y confiada (los más) los diferentes ciclos por los que en este país, en sus versiones estatales, autonómicas o locales, se ha ido discurriendo con más penas que glorias, sobre todo para los más desprotegidos socialmente.
Grandes discursos han sabido ganar los corazones del pueblo en diferentes situaciones, que en su momento fueron determinantes para el futuro del país. Unos proclamaban "el cambio", otros el "España va bien". Y al final, cuando los cimientos y pilares se tambaleaban por intereses económicos, o por los designios de Alemania, se quitaban fríamente la misma máscara que cubría sus rostros, y aparecían los intereses del capital para cobrar o rescatar sus réditos, sin importar cómo se encontraba la cartera del 95% de la población.
Hace tres años surgió una nueva voz que permanecía silenciosa, aguardando en los bolsillos con agujeros de la gente: la voz del pueblo tantas veces callada. Previo a ese movimiento de posicionamiento claramente político, otras voces habían elevado el volumen de sus reivindicaciones en la calle: 15-M, PAH, Marchas por la Gignidad… La gente empezó a despertar de un letargo al que nos supieron empujar desde las cimas y simas del puño opresor, disfrazado de ídolo de oro.
Fue entonces cuando se nos lanza en este país el reto que suponía Podemos. Un partido de gente joven, preparada, con sensaciones y sentimientos identitarios ante la desigualdad social que se había adueñado de la población; donde todas y cada una de las personas que nos aproximamos a él encontramos cabida para aportar ideas, sueños y nuevos proyectos para la gente. No fue bien recibido por parte de las élites de este país, acostumbrados a dominar y dirigir los hilos del poder y de sus comunicaciones con mano firme y aparentemente invisible.
En la Región de Murcia, sopló un aire nuevo y fresco, lejos de hediondos rescoldos del pasado. Nos encontrábamos en la calle, en nuestras primeras elecciones municipales y autonómicas, en donde mucha gente nos apoyó para poder acceder a las instituciones, que es, sin lugar a dudas, donde se pueden cambiar las leyes que tanto han desfavorecido a la gente más humilde y que ha hecho (por otro lado) que les haya ido muy bien tanto al PP, que es el partido de la corrupción, como al resto de partidos del turno. Pero aunque accedimos a las instituciones, donde se ha intentado realizar una labor de oposición, no conseguimos llegar a gobernar para poner en marcha las políticas sociales que demandaba la gente. Por eso, se hace indispensable seguir nuestra particular cruzada, creando en la calle, en los centros de trabajo y de confluencia social, un espacio donde Podemos siga bebiendo de las mismas fuentes que lo inspiraron. No debemos olvidar, pues, seguir trabajando junto a los movimientos sociales como la PAH, asociaciones vecinales y estar donde la gente nos reclame.
Hace un par de meses, afrontamos un nuevo proyecto de futuro para Podemos, en un debate abierto (quizás a veces demasiado sanguíneo) que se tradujo en las resoluciones de Vistalegre II. En ese gran foro, donde las bases gritamos unidad y humildad, se hizo patente lo que la inmensa mayoría de la gente inscrita en Podemos –y por qué no decirlo, hasta los no inscritos pero que nos votan– pedíamos para nuestros dirigentes nacionales. Y ese mismo mensaje es el que debe servir como base de lanzamiento, para la próxima Asamblea Ciudadana que se hará en Murcia a mediados de junio.
Un nuevo Podemos se abre a nuestros ojos, para desbancar del poder al partido que ha hecho de la corrupción su bandera. Tampoco debemos dejarnos caer en las redes de un PSOE que, cuando ha querido, ha sabido aliarse y facilitar el gobierno del PP, o bien ha negociado con Ciudadanos, simplemente por obedecer las órdenes de su propia "trama", evitando a Podemos como aliado, cuando se ha demostrado en los ayuntamientos del cambio que es posible gobernar de otra manera.
Ese mensaje –unidad y humildad– no se nos debe borrar de la retina, y debe acompañar a una regeneración de ideas y proyectos en la Región de Murcia para nuestra Asamblea Ciudadana. El objetivo de derrocar del poder al PP debe ser nuestra seña de unidad, demostrando a la ciudadanía que todavía no nos vota que es posible hacer política de la buena en las instituciones, y también saber estar en la calle escuchando y apoyando, sobre todo, a los más desfavorecidos por la crisis que no termina de irse para muchos de ellos. Es nuestro nuevo reto, que debemos saber afrontar con nuevos equipos participativos en todos los territorios de la Región, olvidando cuotas de poder y recordando lo diversa que es la Región. Que no todo pasa en los grandes núcleos de población. Que la Asamblea Regional está en Cartagena, pero que la Región tiene más rincones. No debemos ser la casta que hemos criticado.
Manuel Morcillo Herrera. Militante del Círculo de Cieza.
Tal vez, un reducto en donde las clases medias/trabajadoras podían encontrar un halo de esperanza; donde los movimientos sindicales, tan aguerridos y fuertes en otras épocas, mostraran ese brazo de resistencia que pudiese elevar la moral del pueblo. Pero se habían adormecido, víctimas de sus propios desencantos y de las cuotas de poder donde "el poder" supo colocarlos para alejarlos de la realidad. Salvo honrosas excepciones.
La ciudadanía, buena, noble y robusta en convicciones históricas en algunos casos, ha seguido de manera interesada (los menos) y confiada (los más) los diferentes ciclos por los que en este país, en sus versiones estatales, autonómicas o locales, se ha ido discurriendo con más penas que glorias, sobre todo para los más desprotegidos socialmente.
Grandes discursos han sabido ganar los corazones del pueblo en diferentes situaciones, que en su momento fueron determinantes para el futuro del país. Unos proclamaban "el cambio", otros el "España va bien". Y al final, cuando los cimientos y pilares se tambaleaban por intereses económicos, o por los designios de Alemania, se quitaban fríamente la misma máscara que cubría sus rostros, y aparecían los intereses del capital para cobrar o rescatar sus réditos, sin importar cómo se encontraba la cartera del 95% de la población.
Hace tres años surgió una nueva voz que permanecía silenciosa, aguardando en los bolsillos con agujeros de la gente: la voz del pueblo tantas veces callada. Previo a ese movimiento de posicionamiento claramente político, otras voces habían elevado el volumen de sus reivindicaciones en la calle: 15-M, PAH, Marchas por la Gignidad… La gente empezó a despertar de un letargo al que nos supieron empujar desde las cimas y simas del puño opresor, disfrazado de ídolo de oro.
Fue entonces cuando se nos lanza en este país el reto que suponía Podemos. Un partido de gente joven, preparada, con sensaciones y sentimientos identitarios ante la desigualdad social que se había adueñado de la población; donde todas y cada una de las personas que nos aproximamos a él encontramos cabida para aportar ideas, sueños y nuevos proyectos para la gente. No fue bien recibido por parte de las élites de este país, acostumbrados a dominar y dirigir los hilos del poder y de sus comunicaciones con mano firme y aparentemente invisible.
En la Región de Murcia, sopló un aire nuevo y fresco, lejos de hediondos rescoldos del pasado. Nos encontrábamos en la calle, en nuestras primeras elecciones municipales y autonómicas, en donde mucha gente nos apoyó para poder acceder a las instituciones, que es, sin lugar a dudas, donde se pueden cambiar las leyes que tanto han desfavorecido a la gente más humilde y que ha hecho (por otro lado) que les haya ido muy bien tanto al PP, que es el partido de la corrupción, como al resto de partidos del turno. Pero aunque accedimos a las instituciones, donde se ha intentado realizar una labor de oposición, no conseguimos llegar a gobernar para poner en marcha las políticas sociales que demandaba la gente. Por eso, se hace indispensable seguir nuestra particular cruzada, creando en la calle, en los centros de trabajo y de confluencia social, un espacio donde Podemos siga bebiendo de las mismas fuentes que lo inspiraron. No debemos olvidar, pues, seguir trabajando junto a los movimientos sociales como la PAH, asociaciones vecinales y estar donde la gente nos reclame.
Hace un par de meses, afrontamos un nuevo proyecto de futuro para Podemos, en un debate abierto (quizás a veces demasiado sanguíneo) que se tradujo en las resoluciones de Vistalegre II. En ese gran foro, donde las bases gritamos unidad y humildad, se hizo patente lo que la inmensa mayoría de la gente inscrita en Podemos –y por qué no decirlo, hasta los no inscritos pero que nos votan– pedíamos para nuestros dirigentes nacionales. Y ese mismo mensaje es el que debe servir como base de lanzamiento, para la próxima Asamblea Ciudadana que se hará en Murcia a mediados de junio.
Un nuevo Podemos se abre a nuestros ojos, para desbancar del poder al partido que ha hecho de la corrupción su bandera. Tampoco debemos dejarnos caer en las redes de un PSOE que, cuando ha querido, ha sabido aliarse y facilitar el gobierno del PP, o bien ha negociado con Ciudadanos, simplemente por obedecer las órdenes de su propia "trama", evitando a Podemos como aliado, cuando se ha demostrado en los ayuntamientos del cambio que es posible gobernar de otra manera.
Ese mensaje –unidad y humildad– no se nos debe borrar de la retina, y debe acompañar a una regeneración de ideas y proyectos en la Región de Murcia para nuestra Asamblea Ciudadana. El objetivo de derrocar del poder al PP debe ser nuestra seña de unidad, demostrando a la ciudadanía que todavía no nos vota que es posible hacer política de la buena en las instituciones, y también saber estar en la calle escuchando y apoyando, sobre todo, a los más desfavorecidos por la crisis que no termina de irse para muchos de ellos. Es nuestro nuevo reto, que debemos saber afrontar con nuevos equipos participativos en todos los territorios de la Región, olvidando cuotas de poder y recordando lo diversa que es la Región. Que no todo pasa en los grandes núcleos de población. Que la Asamblea Regional está en Cartagena, pero que la Región tiene más rincones. No debemos ser la casta que hemos criticado.
Manuel Morcillo Herrera. Militante del Círculo de Cieza.